lunes, 26 de julio de 2010

Dominate







Asfixiaba su venda en mi boca. Cada respiración era dificultosa, exagerada, mi pecho se hinchaba, me entrecortaba el aire. Mojaba con mi lengua el fino paño de seda, pero parecía que se tensaba más, y más me ahogaba su tacto, el silencio que producía mi locura. Brotaba de mí la ansiedad de perdurar en una noche cerrada, privada, oscura y tenebrosa donde todos ignoraban que era mi miedo lo que respiraban.
Mi sujetador se empapaba de mi propia sangre, y mis ojos sólo veían su rostro. Hermoso, etéreo, divino. Jamás le habría traicionado, incluso le seguí al mismo infierno para estar con él. Pero el infierno no tiene ninguna salida posible, si entras, no sales. Por mucho que busques, es un laberinto sinuoso que debes pasar solo.
Desnuda, ensangrentada, con heridas en mis pies, desmallada por las llamas, del maldito fuego.
Es un túnel rojo, de roca caliza, se desprende de las pareces como arenisca. Caminas aquí y allá. Te paras, te sientas, lloras y no salen lágrimas, gritas, y tu voz en eco se ríe de ti con extrañas preguntas. Crueles risotadas salen de tu propia garganta y se apodera de ti todo el mal, respiras malicia, cae por tu cuerpo con cada ducha, y penetra en tu piel con estremecedores escalofríos. No te das cuenta, pero te has levantado y ponen música alemana al final del laberinto. Encuentras una sala de fiesta con guturales voces resonando por todo el lugar y mil demonios bailan sin parar, no te miran, no se miran entre ellos, y tampoco te importa hacerlo tú. De repente el ritmo te invade y de tu garganta sale la misma voz gutural de la música. Y comienzas a alimentarte del sudor, del calor, del roce de los cuerpos, la música te gobierna, te atrapa.
Y es irresistible. ¡¡Lo adoras!!
Eres una diosa entre ellos. Tan cruel, tan atractiva que todos quiere poseerte y tú no les dejas, porque son escoria. Estás por encima de ellos, no eres linda ni tienes alma, sólo supuras maldad, cruel, fría, arisca, agresiva, altiva ante todo y todos. Te ensalzas en la ira que provocas cuando rechazas un pretendiente y éste queda degradado ante el resto y es pisoteado por su debilidad, escupes su rostro y lo alejas aún más. Hasta que un día, sentada en tu trono…te aburres pavorosamente. Todas tus entrañas piden algo más. Pero te quedas sentada sobre la dura roca.
Miras, buscas con la mirada nueva carne,… algo que hacer, y tediosa, ni siquiera los nuevos pretendientes vienen a ti, sabiendo que jamás serás disponible para ellos.
Bajas, delicada entretenida, como Alicia en el país de las maravillas, cuando una brisa fresca entra por el túnel de una de las ramas del laberinto, y te comienzas a independizar como nuevo ser de las tinieblas.

Sales a la calle, te montas tu castillo, y todo el mundo alrededor sabe que es la morada del mal. Un museo del horror, donde todos los malignos visitan una vez en su vida. De piedra fortificada son sus muros, las puertas de madera y acero forjados por Hefesto el día que se enteró del adulterio de su mujer –por supuesto se lo dije yo- . Hay guardias apostados en las esquinas, te dan la bienvenida. Pero poco a poco el lugar es cumbre del miedo, y nadie quiere acercarse por la densa niebla de la muerte. Y me aburro de ver cómo las visitas rompen y cambian mis objetos de valor, quiero ahorcarles, asesinarles, destruirles ¡y bañarme en sus entrañas! Pero cierro el castillo, nada más. Nunca más. A nadie le importa. Los guardias mueren en sus puestos. Y emparedado está el castillo.

Viejo, y lleno de arañas y alimañas. Incluso ellas mueren por el viciado aire que se respira. Así que así, parada en el tiempo sin nada más que tuviera que suceder, ésta forma de vida carbónica se fue al profundo más profunda sala del castillo, interponiendo paredes de más piedra, cual pirámide egipcia, y allí, en la última. Se convirtió en diamante. Como la joya más preciada del castillo.


Ahora voy a contarte algo.

Fuera del viejo y gris castillo la niebla cesó, el suelo era verde por las miles de jóvenes hierbas que crecen en el camino, los árboles ahora no son semillas muertas, sino fuertes y altos, dan sombra y en ellos crecen las vidas de pájaros que cantan melodiosos cada primavera. Las flores silvestres bañan con un dulzón aroma el aire y el viejo castillo sólo es un mito generaciones atrás perdido en el tiempo. Las piedras son viejas, y un pequeño ladronzuelo se distrae de su realidad paseando, descubre este lugar hermoso y luego algo con misterio. Un, parece castillo abandonado, cerrado y quiere saber más sobre él. Y sus misterios.
Por uno de los lados encuentra esta grieta.
Mientras algo se retuerce dentro del castillo, es la voluntad de la diablesa gritando que alguien le detenga. Pero no queda nadie que acate su voluntad.
Rincón por rincón el joven ladrón conoce el castillo, sala por sala investiga sin dar un paso atrás, como si en su mente estuviera dibujado el mapa al mismo centro. Como si algo le llamase, un imán le atrajese allá dentro.
La diabla dentro del diamante a veces grita y otras calla. Segura de que en algún momento parará, no encontrará la salida y volverá por donde ha venido. Y cada vez que la diabla se relaja le joven y astuto ladrón baja otro nivel, y otro y otro más.
Desquiciada y asustada grita, histérica y luego se da cuenta de que su cámara es secreta, que puede sacrificar el castillo pues nunca encontrará la cámara de su sarcófago. Y decide callar. Permanecer en silencio cuando él más se acerca, y así con suerte no llamará la atención del ladrón.
Pero quien, ¡sino él! va a saber donde se encuentra el final del camino.
Dejadme que os cuente algo de dicho joven.
Tiene una vida que la mayoría de veces prefiere no mirar, en realidad no porque no le guste sino porque no la sabe apreciar. Él busca algo más, lo mejor entre lo mejor. Necesita encontrarlo para saber que ese es su lugar, y sabe que no lo hallará donde está ahora. Por eso, a ratos camina y respira aire nuevo, antes era para olvidar, ahora para aclarar sus ideas. Siempre pensando, siempre buscando la manera de… que todo tenga sentido. Mientras se castiga a si mismo y entra en discordia por impotencia pues no comprende que el mundo no esta en sus manos, si no él en las del mundo. Aun así, es su encanto. Lucha sin fin por lo que quiere, sin descanso si en verdad sabe que vale la pena. Cuando entró al descuidado castillo era por investigar, y algo dentro de él le recordaba cosas que no voy a decir y que quedan en su mente para siempre -aunque de éstas también quieras huir-. Pero era acogedor, por muy sombrío que a otros pareciera, o que la dueña hiciera parecer para espantar, para él, era acogedor. Natural. Inmunizado ante ese aspecto tenebroso. Los cadáveres de los guardias eran polvo, Si es cierto que por cada pared que tiraba y sala que abría el aire viciado podría haberle ahogado, pero ¡qué tontería! sabía manejar eso. Pues él, no era un vulgar ladrón. Y cada nivel era más intenso y atrayente llegar al fondo del asunto, ¿Qué habría? ¿Qué sería? Ciego por todo lo nuevo y viejo vio, cosas que nadie había visto, y mejor de todo, es que no rompió ningún adorno, no tiró ninguna escultura, ni quemó una sola fotografía.
Admirable. Que un ladrón escurridizo supiera tratar todo aquello mejor que las más decorosas personas que habían acudido a la revelación tiempo atrás. De entre todos, sólo un astuto ladrón supo llegar al final. Él si tenía la voluntad, y lo hizo.
El diamante era blanco y cristalino. Este era el corazón de aquél sitio. Sabía que tenía que haber algo que lo hiciera así, especial, como solo él lo veía. Y se paró ante él. Vio dentro con su penetrante mirada y el remolino rojo que encerraba el alma de la diabla.
Sintió entonces todos los sentimientos que ella le pudo entregar, y le rompió el corazón saberlos. Pero ya era tarde. La juró que no volvería a sentirlos, que sería su protector. Y ella se transformó en mujer y brilló para que su ladrón nunca sintiera oscuridad en su alma y acompañarle en su camino.


Musa.

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