jueves, 19 de marzo de 2009

Huellas

Huellas 12/09/2007

Unas botas aplastaban el pavimento a cada paso, con fiereza una mujer caminaba hasta lo que sería el fin de su condena. Me dirijo calle abajo, mi nombre es Feline, aunque este no es mi verdadero nombre, ni esta mi verdadera vida. Llevo cinco años buscando a un indeseable hombre con el que tuve relaciones una noche, y desde entonces, no recuerdo nada de mi anterior vida, no se donde nací, ni cual es mi verdadero nombre y no tengo recuerdos de mi infancia, ni de mis padres. Gracias a unos amigos le he estado buscando por media Europa, cada vez que yo llegaba a París, Praga, Edimburgo, Barcelona o Madrid, él ya había desaparecido, no dejando casi rastro de su paradero.
Su rostro ha estado en mis sueños desde entonces, con imágenes locas he recordado miles de veces cada noche aquél instante y solo espero encontrarle y volver a recordarlo Todo.
Y esta vez se que es la definitiva, le llevo ventaja por primera vez en todos estos años, se que le pillaré desprevenido. Al fin ante mí se alzaba el portal donde esporádicamente se había establecido. Llamé a la puerta, tenía una estrategia, me abrió un hombre con el cabello negro y corto, era él, estaba despeinado y sus ojos verdes entrecerrados por el sueño. Su cuerpo casi desnudo, arrastraba la sabana. Una mano colocada sujetando la puerta… y la otra atrapando la sabana entre sus dedos, jugueteaba tímidamente con los rizos negros que asomaban en su entrepierna.
Al ver la bella cara de la mujer morena y mi cuerpo cargado de curvas, se le abrieron los ojos de repente y me preguntó que es lo que quería. Sin mediar palabra pasé dentro mientras él se quedaba petrificado ante tal actuación.
-Perdona estoy buscando a mi tía, me dijeron que la encontraría aquí-por supuesto no había ninguna tía, simplemente me había enterado de que la mujer de la limpieza aquel día tenía libre.
-¿Tu tía? ¿Caroline? Hoy es su día libre, además de ser las diez de la noche- dijo con tono de reprimenda, pero intrigado por saber más sobre la joven.
-¿No está en casa?-dije simulando sorpresa. Me acerqué al salón y me senté en el sofá- Vengo de un largo viaje…si no está ella no tengo donde quedarme…-Me puse las manos en la cara y fingí sollozar. Él cerró la puerta y se sentó a mi lado para pasarme la mano por detrás, pero dio un respingo al notar que la sabana libre bajaba por sus piernas y volvió a taparse, ocultando de nuevo sus intimidades. Yo aproveché aquel momento para apoyarme sobre su pecho cual niña indefensa y le eché una mirada lasciva mientras le pedía si me podía quedar en su casa.
Con sus manos casi me había tumbado en el sofá y esa mirada despertó el deseo por la mujer que se me insinuaba. Sus voluptuosos senos tocaban mi pecho, cada segundo que pasaba aumentaba el ardor de mi entrepierna. Me desquite de ella por si me causaba algún problema
-Aún puedes quedarte aquí, siéntete como en tu casa, tu habitación es la de al lado, hay comida en la nevera. Me vuelvo a la cama.
Acababa de caer en mi anzuelo. Me fui directa a la cocina, abrí la nevera y encontré un bote de nata. Justo como lo había planeado. Fui agitándola mientras iba a su habitación. Su esencia flotaba aún en el aire, una mezcla de feromonas y humedad. Abrí la puerta y con paso decidido puse la nata sobre la mesilla. Me desabroche la camisa comprobando que sus ojos se habían clavado sobre mí y con un baile sensual terminé de quitarme la ropa que llevaba, tenía unas braguitas de satén rosa ocultando mi parte más íntima. Me senté en su cintura, sacó las manos de la cama y me agarró los muslos.
- Pero que ha…
-shh…- Le tapé la boca con un dedo, que siguió bajando para despertarle, si es que aún quedaba algo de su cuerpo dormido. Cogí la nata y tracé una línea desde mis minúsculas braguitas subiendo entre mis senos llegando a los labios.
Era hermosa, ninguna mujer que hubiera compartido su lecho lo había sido tanto, provocativa y directa, me ponía a cien. La tumbé en la cama y me dejé llevar por lo que quería que hiciese, la lamí recorriendo el camino que me había marcado. Me paré en sus senos, mientras que me deleitaba trazando círculos con mi húmeda lengua sobre la aureola de su pezón. Me llenaba la boca con sus suculentos pechos, sus gemidos creaban melodía en mis oídos, me excitaba aún más. Levanté la cara para ver el rostro de placer de ella, quería poseerla, agarré su seno con mi mano y soplé finamente su pezón erguido. Se estremeció con un escalofrío y seguí subiendo por su cuello con dulces besos, hasta llegar a su boca.
Frotaba su cadera con mi entrepierna, y la fricción me mataba de gusto, sentía la imperiosa necesidad de tomarla entre mis brazos y hacerla mía. Bajé mi mano hasta su sexo y lo rocé por encima de las braguitas, “no puedes estar con esto toda la vida” pensé y se deslizaron por sus largas piernas. Un inesperado movimiento de éstas que se entrelazaron con las mías y me hizo tumbar debajo suya, agarró mis muñecas con una sola mano y las colocó por encima de mi cabeza. Con la otra jugaba sobre mi piel, me desesperaba la manera que tenía de hacerme esperar… mis labios, mi cuello, ninguna parte de mi cuerpo escapaba a sus caricias. Llegó al ombligo y jugó aún más con mi bello y por fin bajó… mi entrepierna ardía bajo sus caricias, luego guió mi miembro hasta su húmeda cavidad. Se me escapó un gemido y la habitación desapareció, solo existíamos los dos bajo el vaivén de un compás que solo encontrabas en nuestras mentes, sus caderas apretaban las mías y cuando creía que iba a parar empezó a moverla en círculos facilitando aún más la penetración de mi miembro y un mayor placer… para ambos.
Mi venganza se estaba llevando a cabo, con mayor goce de lo que me había esperado, aunque hacer el amor siempre había sido mi predilección. Notaba como él comenzaba a sucumbir ante el placer así que hice mis movimientos más rápidos. Oleadas de placer irrumpían mis pensamientos, y solo veía imágenes... su rostro y sus manos sujetándome, haciéndome el amor, tocándome como nadie, arqueó la espalda y llegamos al éxtasis... Sus gemidos aceleraron y mi mente se nubló.
Empezaba a recordar todo mientras que los dos extasiados gemíamos a la par, alcanzando el punto culmen del goce carnal.
Recordaba mis amigos, mi familia, mis etapas de la vida, mi colegio, mi casa, absolutamente todo volvió a mi mente. Y por primera vez en años me sentía verdaderamente feliz.

Ojo de Gato y Musa.

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